martes, 18 de agosto de 2009

¿Bueeeno?

¿Y que hace uno cuando quiere hablar con alguien? Pos muy fácil, cojes el móvil, como diría mi cuñado el gachupín, buscas el nombre o apodo, según como guarde sus contactos cada quién y le aplastas el botoncito verde de “llamar”… tuuu… tuuu… ¿bueno?, ó ¿si?, u ¿hola?, depende de cómo conteste cada quién, escucharas del otro lado una voz masculina o femenina, depende de a quién hayas llamado y posteriormente uno que ha marcado dispuesto a gastarse su saldo iniciará la llamada con el protocolo obligatorio del ¿cómo estás?, ¿interrumpo?, ¡que bueno que te encuentro!, en fin, todo ese protocolo que la verdad a mi me da una güeva terrible pero que la mayoría de las veces estoy obligado a seguir. Todo esto sucede cuando decides hablar con alguien, claro, cuando te contesta.

La era de los teléfonos celulares ha traído con todos sus beneficios una serie de angustias terribles para nosotros los que tenemos corazón de pollo. Recuerdo aquellos días, de los que me tocaron pocos, cuando uno marcaba el teléfono y si no te contestaban era simple y sencillamente porque no había nadie en casa o porque quién estaba no había alcanzado a escuchar el ¡ring!, eran pocos aquellos que decidían no contestar ante la incertidumbre que provocaba desconocer quién era aquella persona que llamaba. Pero hoy esa incertidumbre no existe más. Hoy sabemos, en el noventa por ciento de los casos quién es aquella persona que llama, en algunos casos hasta verás la fotografía de aquel que ha decidido gastarse su saldo para tratar contigo algún asunto o no tratar ninguno y llamar simplemente porque esta en la fila del casting o las tortillas y no encuentra nada mejor que hacer, aunque hace mucho tiempo que yo no recibo ninguna llamada de esa clase. Todo eso es, para aquel que recibe el ¡ring! ó ¡Yo soy tu bomi mamá! ó cualquiera que sea el tono de tu celular, una ventaja. En cuestión de segundos millones de pensamientos se agolpan en la mente; ¿Qué querrá? ¿Por qué me habla a esta hora? ¡Agüevo, chamba! ¡uta que güeva! ¿y eso que me habla? ¡Que bien!, etc. Y después la pregunta obligada: ¿le contesto? Ésta libertad de decisión que da el identificador de llamadas me provoca conflicto a la hora de marcar y sobre todo cuando la decisión del otro es no contestar. Lo peor es que esto provoca otra cadena de pensamientos y conflictos abrumadores: No quiso contestar porque vió mi nombre en el identificador o: no me tiene registrado y no le contesta a desconocidos, no escuchó el: ¡yo soy tu bomi mama¡, está en una reunión, está dormido, está en Rusia y no quiere gastar saldo, no tiene ganas de hablar, esta sentado en el escusado y siente que el olor se transmite también (con la tecnología de hoy no se sabe ya), y como si esto fuera poco las grabaciones de la amble señorita, la secretaria de todos, son ambiguas: “el número telcel, movistar, iusacell, etc. que usted marco se encuentra apagado o fuera del área de servicio” ó “el número celular que usted marco no existe o está ocupado” o “su llamada será desviada al buzón de voz” Así pues, ya no sabes si marcar otra vez, esperar a que el otro te llame, dejar mensaje, tirar el teléfono a la basura e ir a su casa o mandarle un mail.
¡Carajo! Tanto pedo por una llamada que era solo para decir hola.

Ahora, tenemos también en nuestros días la opción práctica y barata de enviar un mensaje de texto, pero aplican exactamente los mismos conflictos abrumadores, agregando el de: ¿tendrá saldo pa contestar? Odio por eso los mensajes que llegan a mi buzón dando por hecho que tengo saldo para contestar. Por eso cuando mando un mensaje lo hago sin esperar respuesta, si llega bien si no, doy por sentado que no tiene saldo.

Pero me puse solito una trampa, la pregunta inicial no se refería al método práctico que emplea uno cuando quiere hablar con alguien, por lo que me doy cuenta ahora que está mal formulada la pregunta, por eso mi cuñado, el jotito gachupín hubiera dando tan lógica respuesta. Me refería más bien al qué hacer cuando siente uno la necesidad de decirle a alguien alguna cosa sin esperar nada a cambio, solo por la necesidad de hacérselo saber. Me pregunto si es ese un acto egoísta, si el decir que no esperas nada a cambio es una protección para evitar salir lastimado por alguna reacción de indiferencia o malestar. Pero como le doy vueltas al asunto ¿no? Pos sí, porque aunque no me lea nadie, puede que solo mis hijos, no puedo andar revelando aquí intimidades tan íntimas. Se supone que es este mi lugar de desahogo pero no puedo dejar pasar que es un desahogo público y a veces se me olvida. ¿Qué hacer? No lo sé, dejaremos que algo pase, poniendo mucha fe en que algo tendrá que pasar.

Hago ya para terminar esto que se ha extendido demasiado, un paréntesis a modo de consulta. Saben los que me conocen que odio las redes sociales, pero he descubierto que hay forma de conectar este blog a una página de facebook para ver si así consigo que alguien lea lo que escribo. Odio la invasión de privacidad que el facebook implica pero estoy considerando la posibilidad. Ustedes que me leen, aunque sean tres, ¿que opinan?

lunes, 10 de agosto de 2009

Los sueños, sueños son.

¿Porqué soñamos lo que soñamos cuando lo soñamos? No tengo la menor idea, ni una pista. Lo que si sé es lo que provocan en mi los sueños que sueño cuando sueño. A diferencia de algunos que hablan de sus sueños como algo abstracto que no ven nítidamente yo si los veo ¡clarito, clarito! Y dirán ustedes, amaneció soñador el muchacho, pos sí, amanecí soñador desde hace algunas semanas, supongo que se ha debido al cambio que se ha dado en mi vida, regresar al estado de soledad natural con el que venimos los seres humanos al mundo después de algunos años resulta que despeja la mente, libera la mirada, el pensamiento y en mi caso, libera los sueños. Y que manera de despertar sintiendo que te han dado de cachetadas toda la noche después de sueños tan claritos y perturbadores. Algo tenía que decir de los sueños después de estos que he tenido. Si pensaban ustedes que se los iba a contar se han equivocado rotundamente, podré contar intimidades en este blog, pero ciertas intimidades, no queremos convertir este espacio en un tv notas de un no famoso, no imagino cosa más aburrida.

Ahora romperé el romanticismo soñador, como se me rompió a mi después de soñar tan lindo con una persona que conozco hace muchos años, desperté con una sonrisa en la cara, descansando y tranquilo, fui a la cocina, me preparé el obligado cafecito, me senté a la computadora a mi lectura acostumbrada de los periódicos electrónicos y lo primero que se posa ante mis ojos son dos pickup´s que colisionaron, uno de ellos quedó llantas pa arriba, en las calles Nayarit y Reyes, en Hermosillo. Sí, así se rompió aquella mañana que había empezado tan bien y así se rompe también esto sobre los sueños, que no empieza tan bien, de entrada con el fusil del clásico español. Aquella fotografía se quedó dando vueltas en mi cabeza y produjo que soñara despierto esto que les comparto:

Instrucciones para volcar un pickup en la ciudad. Lo primero que necesitamos es un pickup, después una ciudad y por último, lo más importante, un idiota. Atención aunque es lo más común, no necesariamente el idiota es aquel que conduce el pickup, podría ser también aquel peatón, distraído e idiota que cruza la calle sin fijarse o aquel otro conductor idiota de aquel otro pickup idiota que se pasa un semáforo en rojo o aquella muchacha nalgona e idiota que va por la banqueta mostrando sus atributos. Todas son opciones viables de idiotez aunque yo me quedo con el idiota del conductor del pickup idiota volcado en una calle pequeña e idiota. Y ahora súbitamente se aclaró mi mente después de la volcadura y pienso ahora que es muy probable que mis sueños sean idiotas, resultados de dormidas idiotas, de una cama idiota, de una almohada idiota y de este idiota que solo piensa y escribe, sorprendentemente, cosas idiotas. No leas más, podrías terminar como un servidor, idiota.

Clown para llevar Radio