jueves, 13 de octubre de 2011

La mano helada en martes.


Breves pero fieles e intensos lectores, hoy estamos de fiesta. Sí, ustedes y yo. A partir de hoy las palabras que les comparto, pequeñas luces blancas en un monitor, pasarán a ser letras tangibles de tinta negra sobre papel. Luego de hartas negociaciones, estires y aflojes, Clown para llevar es ahora una choya mas del Desierto Urbano. ¡Felicitémonos! El equipo de Clown para llevar hará una fiesta para celebrar tan honroso acontecimiento, quiero decir que me tomaré una cheve a la salud de todos ustedes. Y ahora que escribí salud, me acordé del tema al que voy a dedicar los siguientes renglones. No, no tiene nada que ver con el seguro popular o con cantinas. Pregunté hace algunas noches, mientras decíamos salud, a los amigos en su mayoría sonorenses que compartíamos una mesa en un pequeño lugar de la colonia Roma, que intenta emular como tantos en el defectuoso, las delicias culinarias sonorenses pero que apenas nos sirven de consuelo. Pregunté: ¿que estará bueno escribir? ¡Del público de Hermosillo! Dijo por ahí la morra con la mano bien helada en martes. Confieso que al principio no me sedujo el tema, pero pensándolo más detenidamente me convencí. Así que aquí está, para todos ustedes, viejos y nuevos lectores:

El público hermosillense.

Nada más bonito para un teatrero que un teatro lleno. ¡Nada! Es el último paso y me atrevería a decir, el más importante en la creación teatral. Por eso las fiestas de estreno. Y cuando el teatro está lleno, todo el mundo feliz, pero cuando van seis contando al asistente de dirección, al taquillero y a la novia del director que va a todas las funciones, la cosa se pone fea. No quisiera revelar aquí las expresiones que podrían escucharse en un camerino en estos casos, pero en resumen se trata de culpar al público porque no va al teatro y empieza la cantaleta ya muy desgastada de: es que Hermosillo es un pueblo de pura carne asada y la reconocida marca de cerveza light. Bendita sea la carne asada y la reconocida marca de cerveza light, ¡Ellas no tienen la culpa! Se puede comer carne asada e ir al teatro o ir al teatro y después comerse un taco. ¿O qué? ¿los teatreros no comemos carne? ¿no bebemos cerveza? Es la salida más simple, más sencía culpar al público.

Empecemos por los espacios. No hay una verdadera infraestructura teatral en la ciudad ya no digamos en el estado. El recientemente “remodelado” auditorio cívico es un lugar destinado a las graduaciones y discursos del gobernador, le falta muchísimo para ser un teatro. Para darles una idea, hasta la última vez que actué ahí el año pasado, el auditorio no contaba con equipo de audio ni iluminación. El público no se da cuenta porque cada vez que va todo se oye y todo se ve, pero el equipo tiene que ser rentado para la ocasión, lo que incrementa los costos de las compañías que van a presentarse. Eso nomás pa que se den un quemón, porque le podría seguir. El teatro de la ciudad es el único que le hace honor a su nombre, verdaderamente cuenta con el equipo técnico y humano necesario. Hay otros pequeños espacios no menos valiosos, pero si así esta el enorme auditorio ya se imaginarán como están los chiquitos. Pero vamos a decir que con sus carencias y virtudes los espacios ahí están. Cuantas veces no te ha pasado, me voy a permitir tutearte querido lector, un sabadito tranquilón con la familia, carnita asada, sodas, etc. cuando la tarde empieza a “refrescar” y el cielo se pinta de colores, los primos comienzan a ponerse de acuerdo para ir al cine y terminan empujando a toda la familia para ir a ver Harry Potter 9. Pa` que vean que la carne asada no tiene la culpa, todo el mundo sabe que el cine está abierto todos los días, que el miércoles es más barato, más o menos los horarios, cuanto cuestan los boletos, la cubeta de palomitas y la soda. Del teatro en Hermosillo no podemos decir lo mismo. Los espacios de los que les hablaba no tienen temporadas, solo funciones aisladas, no hay una verdadera oferta teatral con espacios determinados. Pos el público no sabe ni donde, ni cuando, ni cuanto. Por eso resulta tan complicado para las compañías levantar nuevos proyectos que logren sostenerse en cartelera. El público sonorense y me consta, es exigente y a la vez de lo más generoso ya que está sentado en la butaca, el problema es llevarlo hasta ahí. Los espacios y las temporadas le corresponden en gran medida a las autoridades culturales pero no habría que dejarles toda la responsabilidad. El teatrero sonorense, los recién egresados del centro de las artes y los que ya llevamos un poco más de tiempo en la profesión no podemos dejar de preguntarnos a quién y qué es lo que queremos decir. Si el público no va a los teatros dejemos de culparlo y reflexionemos sobre lo que estamos haciendo y si después de la reflexión el público no reponde, siempre tendremos la calle. Nomás que no sea en verano, o por lo menos no a medio día.


viernes, 22 de julio de 2011

De regreso...


Después de poco más de un año queridos y escasos lectores, les comparto un pequeño texto que escribí durante un taller de dramaturgia.

Ya estoy de regreso, con un renovado Clown para llevar, cosas buenas vienen…

Si me miras el brazo es porque quieres tocarlo, yo quiero tocar el tuyo, ¿puedo?

Si alguien me hubiera avisado que el transito era tan rápido y que no me iba a poder acordar de la mitad cuando llegara al final, como cuando me quedo dormido en los aviones desde los que no me alcanzan los ojos para mirar el mar, pero aun así me gusta verlo, me hubiera pasado todo el camino tocando. Como la bala que tocó aquella cabeza que llegó rodando hasta mis pies planos. Muy planos, extremadamente planos. Tan planos que si caminas detrás de mí en la playa probablemente no me reconocerás como uno de tu especie.

Son complejos los pies. Que diferentes seríamos si cruzáramos las calles y anduviéramos por los caminos sin calcetines, sin zapatos, solo los pies. Dejaríamos de mirarnos a los ojos para reconocernos por los pies. Sin duda es un mundo donde yo no pasaría desapercibido. Habría un pie como el mío esculpido con el bronce vaciado de las llaves de miles de mexicanos en alguna glorieta de reforma. ¿Qué sería de los cojos? Imagínate sin un pie en un mundo de pies. Donde los pies son el pie donde la estructura social descansa. ¿El tamaño importa? ¡Sin duda! No el largo, el ancho. En esa competencia sería finalista. Bueno, seguro ganaría, no quería parecer arrogante. Por eso mi pie estaría en reforma esculpido en bronce ocupando el lugar de la palmera. La glorieta del pie, mi pie. Sería el lugar perfecto para festejar los “triunfos” de la selección mexicana y así dejar descansar, por fin, los restos de los héroes que nos dieron patria, o los restos de los que murieron cerca de los héroes que nos dieron patria que pudieran haberse confundido con el pasar de los años. Si los hubieran fusilado descalzos hubieran sido fácilmente reconocibles. Probablemente hubieran sido sus pies y no sus cabezas los que hubieran colgado en la alhóndiga de granaditas.

Debajo del gran bronce que forma mi pie de manera exacta, habría una placa: “El gran pie”. Las personas se detendrían a recostarse junto a él para tocar con sus pies descalzos el frío bronce del gran pie, mientras reciben de los aspersores que rodean la escultura, el olor que se ha reproducido artificialmente para emular el de mis pies, olor a brisa fresca de la planicie.

Clown para llevar Radio