¡Chale! ¡Qué mala copa! No puedo evitar, cada vez que llegó acá, al Clown para llevar, a postear algo nuevo, leer el post anterior. Malacopié durísimo la vez pasada, pero hoy ando de mejores ánimos. Me encuentro nada más y nada menos, hijos míos, que en la casa de sus abuelos, éste agradable y apacible jardincito repleto de cactáceas que mi madre se ha ocupado de criar y donde mi padre, su abuelo, se pasa los días enteros armando historias, seguro ya vieron o leyeron alguna. Había olvidado lo hermosas que pueden ser las noches de Octubre aquí, imagínenme en shorts y una playera sin mangas sentado a la mesa del jardín mientras los pocos pelos que me quedan y las canas que ya me empiezan a visitar se mueven suavemente al ritmo de los frescos vientecillos del desierto. ¡Aguuuusto! Diría su tía, la Mafer. Y aquí estoy en las vísperas de mi cumpleaños número veiniseis. La última vez que festejé acá fue mi cumpleaños número diez y ocho. Y esta vez, me he propuesto festejar como nunca lo había hecho, en grande, con música, barril, tacos y toda la cocha. Otra vez: ¡Aguuuusto!
Se habrán dado cuenta de que me deje llevar por la desidia algunos días y ya me había tardado en venir a escribirles, pero como alguna vez les dije, no los olvido nomas me entretengo con otros asuntos. Como por ejemplo el arte culinario. Es impresionante la cantidad de programas de cocina que hay hoy en la televisión y nunca me habían atrapado hasta hace unas semanas cuando descubrí la BBC Enterteiment. Tómala, europeos tenían que ser, ingleses pa acabarla. Y verán que me topé con un Shef que así que tu digas: ¡que bien está de sus facultades mentales! pos no. Ah pero que bueno pa cocinar y que bueno pa entretener y que bueno pa dejarte la espina de ir al mercado y regresar corriendo a la cocina a preparar alguna receta realizada por él. Y mientras lo veía, a perdón, Gordon Ramsay es el nombre de este singular personaje, y mientras lo veía recordé que en algún cumpleaños anterior mi madre me había regalado un libro de cocina italiana, así que me senté a revisarlo y en dos horas ya estaba yo camino al super con una listón. Me he pasado ya algunas semanas cocinando a la italiana y aprendiendo a la inglesa. He tomado fotografías de cada platillo pensando en ustedes mis queridos lectores, pero por cuestiones técnicas y al verme lejos de mi oscura cueva en el Distrito Federal me es imposible compartírselas, pero si les da curiosidad, con gusto las publicaré próximamente. Haber que encuentro por ahí para ilustrar esta columna, ya ven que mi amá no perdona.
Y así pues, entre pastas, salsas de tomate, aceite de oliva y pimientos morrones nuestro país es como una olla de lento cocimiento con unos frijoles ya muy viejitos a punto de atole y con una tapa que no aguanta ni el dos por ciento más de vapor amenazando con reventar de un momento a otro.
Saludo a los hermanos Pleyadianos
Hace 7 años