domingo, 4 de octubre de 2009

Si tomas, no postées.

Soy un mal amigo, lo sé. Es por eso que no tengo tantos. Tres o cuatro que son los que me aguantan. Y a esos, que sé que me aguantan, muy a pesar suyo, los quiero tal y como si fueran mis hermanos. Y a los hermanos se les cuida, se les quiere y así, como a mis hermanas, los cuido y los quiero, sería incapaz de hacer cualquier cosa, por mínima que fuera, que los lastimara en cualquier sentido. Pero soy un mal amigo. La única virtud de la que puedo presumir como amigo es de la lealtad, jamás podría quebrarla, no sé, me viene solita sin siquiera pensar en ella. Pero en lo que concierne a tantas otras partes que la amistad conlleva, soy malísimo, por eso me considero a mi mismo como un mal amigo. Muchos argumentos tengo para comprobar mi teoría, por ejemplo, he terminado lejos, muy lejos de aquellos a los que sentí y siento mis hermanos. Están allá, en Sonora y no he estado para ellos en momentos cruciales. Acá estoy, haciéndole a la vida el actor, ja! Buscando escapar y escapar y escapar. Ya se abran dando cuenta de que no es un buen día, no es un buen día para empezar como Serrat diría.
¿Y a que viene todo esto? Pues no sé. Pensaba que he dedicado muchas líneas a ciertas personas y esas ciertas personas nunca se han molestado en pasar por aquí. Ta bien, ¿Pa qué? Digo yo. Aunque sería lindo que un día pasaran y se encontraran en alguna frase, alguna palabra. El que les dedique mis palabras no quiere decir que lo haga por ellos, lo hago por mí. Egoísta, otra de mis virtudes como mal amigo. ¿Cuándo te das cuenta de que no sirves para eso de la amistad o las relaciones humanas? Pos cuando es viernes por la tarde y tienes ganas de tomar una cerveza por ahí y revisas los contactos en tu celular y te das cuenta de que no tienes a nadie a quien llamar. ¡Ah que soledad esta que te da de cachetadas cuando menos lo piensas! Y es inevitable que venga a mi memoria aquella tarde en la que pasé horas abrazado a los brazos de mi padre llorando inconsolable mientras me lamentaba por no tener amigos. Si me hubiera fijado bien desde entonces sabría que aquel episodio era una especie de premonición, lo que el destino o mi personalidad me iba cocinando para días futuros. Hoy no me suelto a llorar, hasta cierto punto encuentro placentera la soledad, pero los fines de semana siente uno el hueco. ¿Será que hablo de los amigos? ¿Hablo de mí? ¿Hablo de ella? ¿Hablo de los dos?
Aquello del efecto retardado es común en mí. Me enterré un filoso cuchillo hace algunos meses y apenas antier empezó a doler y a sangrar la herida. Yo que pensaba que ya la había librado, que estaba tranquilo, que lo peor había pasado. Ahora resulta que lo peor apenas empieza. Sí, así soy de lento. ¡Ah pero algunas buenas decisiones tomé antes de que la herida comenzara a doler! Tracé una línea que no quiero cruzar de regreso. Aquellos círculos que no cerré a su debido tiempo los cierro ahora y de golpe, no tengo que retroceder, los cierro desde acá. Ahora solo queda no esperar. Exacto, no esperar. No quiero esperar absolutamente nada. No quiero ni buscar.
Y ella, los amigos, ellos, ellas, aquellos, seguirán sin pasar por aquí y seguirán sin darse cuenta de lo importante que son en mis días, en mis noches, sobre todo en mis noches de sueños que son mis realidades matutinas.
No creo que sea una buena idea escribir acá después de haber bebido unas cuantas copas. Así que hay va un consejo: Si tomas, no postées.

2 comentarios:

API dijo...

no posteesssss y esconde tu celularrr daselo a quien mas confianza le tengas, que seguramente hoy en la mañana despues de ese lapso nostalgico que se agudiza con las copas!... pensaras un pokeeeeeetooooo distinto nomas!.

María dijo...

pasame tu celular! este fin anduve en el DF, a la siguiente vez que vaya prometo marcarte. :)

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