martes, 10 de noviembre de 2009

¿Por qué fallamos los penales?

Una de las razones por las que pasé en Hermosillo las ultimas dos semanas de octubre fue la graduación de mi hermana menor, ahora conocida en la familia como la arquitecta, porque de los Galindo y los Martins creo que es la única, y si no la única, sin duda la que más éxito tendrá. ¿Qué porqué me atrevo a semejante afirmación? Pos yo no sé de arquitectura pero se que mi hermana es terca, terca, terca. No hay mejor fórmula para el éxito. Así que felicidades a mi hermanita la arquitecta que concluye un ciclo de vida. ¡Ah! ¡La frase de la conclusión de ciclo! Hijos míos, lectores míos, no puedo dejar de mencionar la emotiva ceremonia de entrega de papeles a la generación de nuevos arquitectos que esperemos no se dediquen a diseñar puentes inútiles como el que cruza por encima del “Rodriguez” a la altura del flash o baños públicos gigantes como el que se acaba de terminar frente a la Casa de la Cultura. Mientras veía a toda aquella juventud en su respectiva toga y birrete, me recordaba a mi mismo en la preparatoria vestido de la misma forma y con quince kilos más, no hubo orador en ninguna de las tres ceremonias, la misa, la entrega de papeles y la fiesta, que no mencionara cuando menos en una ocasión la famosa frase: “Hoy concluye un ciclo”. Mi hermana la Fer y yo contamos en total siete menciones de la famosa frase que no pueden olvidar incluirla cuando les toque hablar en una boda, quinceañera, graduación, y por que no, hasta en un funeral, más que obvio es que se ha dado la conclusión de un ciclo.

Me perdonarán amables lectores, pero he iniciado este relato por el final, así que seguiré así, de atrás para adelante. El mismo día, antes de la entrega de papeles, ocurrió la misa en la catedral, empiezo a sentir que estoy escribiendo una nota para Sociales en el imparcial, Ja! Misa a la que desgraciadamente no tuve la oportunidad de asistir a las criminales ocho de la mañana. A esas horas el señor viene apenas regresando de las europas cansado después de un largo día en aquel viejo continente, ocupadísimo como está ahora en el caso Saramago. Una hora después estábamos desayunando en familia incluyendo al jotito del gachupín, mi cuñado y mi hermana, la señora Hernandez. Y ahí, mientras vertía salsa sobre un homelet del tamaño de un burro percheron veía en la pantalla del lugar el juego de la selección Sub 17 en el mundial juvenil y a este momento es al que se debe el título de esta ya larga publicación. No haré un resumen del partido pues pasaría de sociales a la columna deportiva, pero es imposible no hablar de los famosos penales. De entrada les digo que he resuelto el misterio, por fin tengo la respuesta a la pregunta de los sesenta y cuatro mil. Ahí les va: Al momento que concluyen los tiempos extras después del empate a uno, los seleccionados de ambos equipos se reunen con sus respectivos entrenadores y definen a los tiradores. Luego caminan al centro de la cancha como lo marca el reglamento y desde ahí inicia la tragedia. Mientras los coreanos caminan fríos, concentrados y calculadores, nuestros queridos seleccionados caminan al centro de la cancha levantando la mirada al cielo, repasando las oraciones que sus abuelos les enseñaron cuando niños, pidiéndole a Dios no fallar, pidiéndole que les conceda la gracia de anotar. Y así, el portero mexicano se coloca bajo los tres palos levantando las palmas al cielo mientras el coreano mira fijamente la portería y calcula la intensidad del viento, la humedad, el peso del balón, la temperatura y vayan ustedes a saber que otro calculo físico matemático. Anota y después de un breve y austero festejo el portero coreano se coloca bajo los tres palos, mientras el tirador mexicano camina hacia el manchón de penal, abrazado de la pelota mirando al cielo y el gesto que me revela en un instante toda esta reflexión y la respuesta a la pregunta del título, un cariñoso y sentido beso a la pelota antes de colocarla en posición. Lo que pasó después, lo sabemos todos, el portero coreano, gracias a sus cálculos físico-matemáticos repeló la pelota lejos de la red. De una vez les digo que esto no se trata de una crítica de fe, de creencias, no falta nunca un panista que me acuse de hereje y me vaya a querer quitar la nacionalidad mexicana como a Saramago la portuguesa, ¡no! Es simplemente una cuestión de concentración, no puede uno estar pensando en Dios o en su tío o en su hermana la arquitecta mientras tiene por delante la no tan complicada tarea de anotar un penal. Y eso no pasa solo con los futbolistas en este país, pasa hasta en las mejores familias, por ejemplo el congreso de la unión, esos hombres que día con día trabajan por el bien de la nación. Su error está en concentrarse en sus carteras mientras votan los aumentos al IVA. Pa que nos vamos tan lejos, en los actores que cuando les dicen que se concentren, minutos antes de entrar a escena piensan: “Estoy concentrado, estoy concentrado” y al pie, entran a la escena y en lugar de soltar su primera línea: “Buenos días”, dicen muy concentradamente: “Estoy concentrado”.


Ya está muy largo esto, les dejo que se vayan a facebookear, aunque ya se me pasó contarles de mi cumpleaños y del increíble concierto de CafeTacuba, para el que mi hermana me regalo pase VIP con motivo de mi cumpleaños. Haber si en el siguiente post me ánimo a contarles algo de eso, no prometo nada. Lo que me queda claro después de aquel concierto es que CafeTacuba es por mucho y por muy lejos el mejor grupo de música mexicana de los últimos tiempos.

2 comentarios:

ma dijo...

el fotógrafo hizo el mismo análisis, perfect!

julieta dijo...

hahahahha la concentración! muy interesante...
nunca te habia comentado, pero ya sabias que te leia :p
nos vemos (:

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