Breves pero fieles e intensos lectores, hoy estamos de fiesta. Sí, ustedes y yo. A partir de hoy las palabras que les comparto, pequeñas luces blancas en un monitor, pasarán a ser letras tangibles de tinta negra sobre papel. Luego de hartas negociaciones, estires y aflojes, Clown para llevar es ahora una choya mas del Desierto Urbano. ¡Felicitémonos! El equipo de Clown para llevar hará una fiesta para celebrar tan honroso acontecimiento, quiero decir que me tomaré una cheve a la salud de todos ustedes. Y ahora que escribí salud, me acordé del tema al que voy a dedicar los siguientes renglones. No, no tiene nada que ver con el seguro popular o con cantinas. Pregunté hace algunas noches, mientras decíamos salud, a los amigos en su mayoría sonorenses que compartíamos una mesa en un pequeño lugar de la colonia Roma, que intenta emular como tantos en el defectuoso, las delicias culinarias sonorenses pero que apenas nos sirven de consuelo. Pregunté: ¿que estará bueno escribir? ¡Del público de Hermosillo! Dijo por ahí la morra con la mano bien helada en martes. Confieso que al principio no me sedujo el tema, pero pensándolo más detenidamente me convencí. Así que aquí está, para todos ustedes, viejos y nuevos lectores:
El público hermosillense.
Nada más bonito para un teatrero que un teatro lleno. ¡Nada! Es el último paso y me atrevería a decir, el más importante en la creación teatral. Por eso las fiestas de estreno. Y cuando el teatro está lleno, todo el mundo feliz, pero cuando van seis contando al asistente de dirección, al taquillero y a la novia del director que va a todas las funciones, la cosa se pone fea. No quisiera revelar aquí las expresiones que podrían escucharse en un camerino en estos casos, pero en resumen se trata de culpar al público porque no va al teatro y empieza la cantaleta ya muy desgastada de: es que Hermosillo es un pueblo de pura carne asada y la reconocida marca de cerveza light. Bendita sea la carne asada y la reconocida marca de cerveza light, ¡Ellas no tienen la culpa! Se puede comer carne asada e ir al teatro o ir al teatro y después comerse un taco. ¿O qué? ¿los teatreros no comemos carne? ¿no bebemos cerveza? Es la salida más simple, más sencía culpar al público.
Empecemos por los espacios. No hay una verdadera infraestructura teatral en la ciudad ya no digamos en el estado. El recientemente “remodelado” auditorio cívico es un lugar destinado a las graduaciones y discursos del gobernador, le falta muchísimo para ser un teatro. Para darles una idea, hasta la última vez que actué ahí el año pasado, el auditorio no contaba con equipo de audio ni iluminación. El público no se da cuenta porque cada vez que va todo se oye y todo se ve, pero el equipo tiene que ser rentado para la ocasión, lo que incrementa los costos de las compañías que van a presentarse. Eso nomás pa que se den un quemón, porque le podría seguir. El teatro de la ciudad es el único que le hace honor a su nombre, verdaderamente cuenta con el equipo técnico y humano necesario. Hay otros pequeños espacios no menos valiosos, pero si así esta el enorme auditorio ya se imaginarán como están los chiquitos. Pero vamos a decir que con sus carencias y virtudes los espacios ahí están. Cuantas veces no te ha pasado, me voy a permitir tutearte querido lector, un sabadito tranquilón con la familia, carnita asada, sodas, etc. cuando la tarde empieza a “refrescar” y el cielo se pinta de colores, los primos comienzan a ponerse de acuerdo para ir al cine y terminan empujando a toda la familia para ir a ver Harry Potter 9. Pa` que vean que la carne asada no tiene la culpa, todo el mundo sabe que el cine está abierto todos los días, que el miércoles es más barato, más o menos los horarios, cuanto cuestan los boletos, la cubeta de palomitas y la soda. Del teatro en Hermosillo no podemos decir lo mismo. Los espacios de los que les hablaba no tienen temporadas, solo funciones aisladas, no hay una verdadera oferta teatral con espacios determinados. Pos el público no sabe ni donde, ni cuando, ni cuanto. Por eso resulta tan complicado para las compañías levantar nuevos proyectos que logren sostenerse en cartelera. El público sonorense y me consta, es exigente y a la vez de lo más generoso ya que está sentado en la butaca, el problema es llevarlo hasta ahí. Los espacios y las temporadas le corresponden en gran medida a las autoridades culturales pero no habría que dejarles toda la responsabilidad. El teatrero sonorense, los recién egresados del centro de las artes y los que ya llevamos un poco más de tiempo en la profesión no podemos dejar de preguntarnos a quién y qué es lo que queremos decir. Si el público no va a los teatros dejemos de culparlo y reflexionemos sobre lo que estamos haciendo y si después de la reflexión el público no reponde, siempre tendremos la calle. Nomás que no sea en verano, o por lo menos no a medio día.