Me encontraba yo a las carreras, no es posible estar de otra forma en esta ciudad, haciendo pregos pa los invitados que llegaron a este mi pequeño departamento que se ha convertido en hotel durante estas vacaciones de verano, tíos, tías, primas, primos, novios, amigos, en fin, de todo un poco. Decía que preparaba yo específicamente unos "pregos", sí, me ofendí cuando mi prima les dijo tortas, ¡Pregos! repliqué con la ceja derecha ligeramente levantada, ¡es portugués! Y los pregos vienen al caso porque mientras tenía una mano en el pan y la otra en el bistek mi celular sonó, justo así como la música que escuchas en este momento. Me apresuré a contestar y resultó ser una morra que conocí en Agua Dulce, una oaxaqueña que disque quiere llevar la obra a su estado -taría bueno- le dije, -por fin conocer Oaxaca-. Y así nos vimos pa tomar un café que después se convirtió en cerveza y después en mezcal y después en una fiestecita en casa de unos amigos de ella. Lector querido, querida lectora, te preguntarás porqué cuento ésta historia un tanto aburrida y sin chiste, ¡ah! porque el chiste viene ahora, aunque no es precisamente un chiste, es más bien el "meo yo" del asunto. Después de algunos mezcales y dos o tres indios, como es natural, pedí licencia al arrendatario del departamento para que me permitiera hacer uso de su servicio sanitario. Dos cosas curiosas había en este baño: un espejito justo arriba del deposito colocado de tal forma que se puede uno verse el pitirrín de frente mientras orina, nunca lo había visto desde ese ángulo, y la otra curiosidad que es realmente lo que motiva lo que hoy escribo y por lo que les cuento toda esta historia, es un pequeño cuaderno, colocado justo al lado del espejito, con un título que me sacudió los mezcales: "Notas para tus hijos". Osea que aquellos inquilinos a la hora de sentarse a defecar abren su mente para pensar en aquellas cosas que quisieran decirle a sus hijos o aquellas cosas que quisieran que sus hijos supieran. Fue en ese momento, mientras vaciaba mi vejiga de mezcales y me veía el pilín de frente que me invadió una terrible sensación de irresponsabilidad. Pensaba que esto, el clown para llevar, se ha convertido en un diario público de mi vida, que muy probablemente mis hijos, dentro de algunos añitos, podrán leer todas estas cosas que su padre ha escrito sin pensar en ellos. Así que desde ahora tendré que cuidar más lo que escribo. Aunque en un segundo pensamiento, podría ser que ustedes, hijos míos, que ahora me leen muchos años después de publicada esta nota, tienen... ¿que será...? unos veinte años, mas o menos a esa edad podría interesarles leer esto que su viejo escribe. Pero imaginense, hijos, yo ahora tengo 25 años y tienen el chanse de platicar con su padre cuando tenía su edad, eso tiene que ser interesante. A mi me hubiera gustado conocer a mi padre de morro. Así de ahora en adelante pensaré que todo lo que escriba lo leerán ustedes, hijos míos, y platicaremos pues, como si las computadoras y este blog fuera nuestra máquina del tiempo.
Saludo a los hermanos Pleyadianos
Hace 7 años