martes, 15 de enero de 2008

CAPITULO VI

De como el Sonorense se las ha ingeniado a su llegada a Barcelona...

Para todos aquellos a los que les encanta el chisme tengo uno propio que tendré que reservar para más adelante, pues como dicen los ministerios públicos a la prensa, no puedo adelantar nada porque entorpecería las averiguaciones. En mi caso no hay averiguación más si planeación, así que no puedo adelantar nada porque entorpecería la planeación de este viaje. En fin, tengo ya ocho días en esta hermosa ciudad. Después de aterrizar en la casa del Chango y Anita, personaje que no había mencionado en mi anterior escrito, (pues llevaba dos días viviendo en esta casa y aún no la conocía gracias a sus múltiples ocupaciones) me he dedicado a realizar varias investigaciones normales a la llegada de cualquier persona a un lugar desconocido: La cama; Me toca un sillón de la sala que se convierte en una cama bastante cómoda. El Metro; Muchas líneas, muy caro (1.20 eu el viaje) pero muy eficiente, cómodo y puntual. Para alguien acostumbrado al metro del Distrito Federal es algo sorprendente, ¡hay un cronómetro en el andén que indica en cuanto tiempo llegará el próximo tren y llega siempre veinte segundos antes de los cuatro minutos que marca de inicio!. Las personas dejan salir antes de entrar y las puertas se abren solo si presionas el botón. El super; Hay por todos lados pequeños changarros, minisupers, donde se compra lo que sea, menos el pan, que por lógica indicación del chango hay que comprarlo en la panadería, alguien que como yo, acostumbra las panaderías mexicanas espera un local lleno de estantes que a su vez están llenos de pan, después de lanzarme en esta búsqueda por dos días y siguiendo al pie de la letra las instrucciones del chango para llegar a este lugar, me fue imposible llegar solo. Claro, la panadería aquí, es un pequeño café con un pequeño mostrador en donde uno pide a la catalana señorita el pan que desea y que además está a cincuenta metros de la casa. El móvil: La comunicación es tan importante como en México, así que tuve que hacerme de un teléfono móvil, yo que juré ser siempre fiel a Telcel ahora soy Movistar, compré un telefonito de 39 Euros que es, como podrán imaginar, el más primario de los teléfonos inalámbricos y no necesito mas. Los bares; No tuve que hacer investigación alguna, están por todas partes. Así que me he subido al metro, me compré un teléfono, visité algunos bares, compre algo de comida, pan y dormí ya ocho noches despertándome siempre con el desconcierto de estar en un lugar nuevo al que todavía no me acostumbro.
Un Clown para llevar, por favor, le dije a la amable secretaria de la escuela, me mostró los vestidores y me presentó con la maestra. - Clase de prueba, quince euros, si te gusta y la maestra te admite te los descuento de los doscientos setenta que tendrás que pagar por la matrícula y el trimestre- le di trece, que era todo lo que traía en la bolsa y juró que me perseguiría por el mundo si no volvía y le pagaba los dos euros faltantes. Corrí al vestidor, me cambié y estaba listo. Los compañeros empezaron a llegar y a calentar. Después, mi primer ejercicio: Divididos en dos grupos de seis, la tarea consistía en crear una historia por grupo y después presentarla en una improvisación, ejercicio bien conocido por los actores en formación, no puedo recordar cuantas veces los hice durante la carrera. La historia de mi equipo era la de una planta a la que le gustaba recitar poesía de espaldas a la ventana y que añoraba asistir a un recital de poesía de plantas en la rambla y ya que se dirigía al recital se dio cuenta que se había olvidado de regarse y se marchito antes de llegar. Una historia bastante triste en la que me tocó representar los versos de la planta. Estaba un poco oxidado y se notó, así que la indicación de la maestra para mi fue: mas relajación. El clown es un salto al vacío, antes de un ejercicio no hay premisas, no hay indicaciones y claro, la relajación se vuelve base fundamental. Me viene a la mente el recuerdo de las clases con el maestro Retes, después de, literalmente, dormirte media hora decía: ¡súbase y hágalo mijo! Así es el Clown, subirse y hacerlo.
El clown en el teatro es un doble juego y trataré de explicarlo aunque puede resultar bastante enredoso, es así: Un actor, que es un Clown juega a representar un personaje dentro del teatro, es decir y retomando la historia de la planta, hay un clown jugando a interpretar la ventana, un actor en el teatro sería la ventana. El clown jugando a ser la ventana se permite cuestionarse porque lo hace y hacérselo saber al público, si le gusta hacerlo o no, o si está emocionado de hacerlo, lo que le lleva a saludar a su mamá que está en el público mientras lo hace o muchas otras posibilidades. El actor en cambio tendría que ser la ventana y listo.
El objetivo del Clown no es la risa, la risa es una consecuencia de cómo el Clown ve el mundo. Es el teatro mismo, el objetivo del teatro no es el llanto o la risa del espectador, la reacción es la última consecuencia de la manera en que los personajes viven y reaccionan a sus circunstancias. Está claro que las bases del Clown son las mismas que para el actor de teatro; Flojito y cooperando.

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