Han de saber, hijos míos, queridísimos lectores, que vivo en el Distrito Federal, seguramente muchos de ustedes ya lo sabían y probablemente algunos lo ignoraban, así que ya quedó claro que soy de esos habladores que se vinieron a contribuir con el centralismo y a privar a Sonora, mi estado, de grandes talentos, como lo hizo por ejemplo, Ana Gabriela Guevara o el buen Chobi, o en su tiempo Don Álvaro Obregón o el Yahir. Sin duda, todos ellos grandes personalidades que hemos dejando nuestro estado en busca de nuevos horizontes. Me incluyo sí, ¿Por qué? Pos porque sí, porque yo me tomo la molestia de escribirles y chismearles, cuando ustedes escriban un blog, se incluyen también y se echan porras, ¿que no? Decía que vivo en la enorme, encantadora, contaminada y atiborrada Ciudad de México, mejor conocida como: "¡el dee efeeee, hijo!" o "La Ciudad de la Esperanza" o conocida también en algunos lugares de la república como: "Mexicalpan de las Tunas", "Guacholandia", "Chilangolandia", etc., etc., etc.
Vivo en el deee efeeee, hijooo, y tengo la suerte de tener una hermana mayor que es medio ducha para aquello de las negociaciones cuando le da la gana y se pone abusada, ¿no? Así que antes de su matrimonio con el jotolingo gachupín de mi cuñado, vivía aquí, en el mismo departamento desde donde les escribo casi siempre, y que ella encontró por algún anuncio, clasificado, no lo sé, no participé en la búsqueda. El caso es que encontró un lugarcín bastante amplio, cuatro cuartos, muy agusto. Han pasado por este lugar singulares personalidades, como mi hermana menor y músicos que la acompañan, Caro, mejor conocida como "La Chilena" en honor a su nacionalidad, Regina, etc. Hoy vivimos aquí, mi primo David y músicos que lo acompañan y yo. Es un depita con una distribución peculiar, si les interesan los detalles comuníquense con mi hermanita la arquitecta, que ella les explicará con mucho más claridad, la encuentran en su blog: http://www.enconsonancia.blogspot.com/, díganle que van de mi parte. La cosa es que es un edificio viejito y sus depas están hechos de forma que los techos son bastante altos, tan altos en los cuartos que al dueño se le ocurrió la brillante idea de hacer un tapanco en cada uno, de manera que ahora, son prácticamente cuatro cuartos y no dos como en sus orígenes. Así, mi primo tiene dos y yo otras dos habitaciones. Yo uso mi cuarto de arriba como mis habitaciones para pernoctar y algunos otros particulares, la habitación de abajo, que es prácticamente un sótano, es mi humilde estudio de audio, oficina, biblioteca y bodega. Cuando mi primo tenga blog, le digo que les cuente como es su distribución, ¿va? En mi sótano paso la mayor parte del tiempo y cómo se imaginarán fue seleccionado pensando sobre todo, en su característica silenciosa. Si bien carece de luz, porque no tiene ventanas, carece también de ruido. Y es ahí donde comienzan los problemas y la razón por la que les cuento todo esto. A la hora de trabajar no hay ningún problema, puedo mantener la música que escucho mientras escribo al volumen que me apetezca. La cosa es que acá, en "La Ciudad de la Esperanza" el servicio de recolección de basura, es literalmente, una basura. Estoy pensando seriamente en un arranque de hacerle honor a mi segundo apellido, Martins, escribirle una carta al carnal Marcelo para que en el nombre de dios, así como nuestro compatriota del atentado al metro, haga algo por mejorar el servicio. El camión recolector pasa, como diría mi hermana la Fer, a las once, doce, una, una y media o como diría mi apá, a la hora que puede, quiere y le da la gana. Y pensarán ustedes lectores hermosillenses: ¡Ádio! Pos que pase a la hora que tenga que pasar, ¿que no?. Pos no, porque en mi natal Hermosillo el camión pasa y los amables trabajadores bajan del camión y cargan nuestros botes hasta el camión donde lo vacían y después en un acto heroico y de absoluta generosidad regresan el bote a donde estaba o en el peor de los casos mas o menos cerquita. Acá, en chilangolandia uno tiene que estar atento al sonar de la campana para salir echo la chingada a corretear el camión, hacer una fila como la de las tortillas, oler la basura de los vecinos y después recibir el regaño del trabajador que dice si es mucha o muy apestosa, él mismo la separa mientras los demás esperan y observan, siente uno que están sacando sus calzones pa que los vecinos los conozcan. Eso pasa si tienes la fortuna de escuchar la campanita, pero si tienes un estudio al que no le entra el ruido, puedes irte olvidando de sacar la basura todos los días y de mantener el hogar oliendo a la comida de la semana pasada. Es sin duda un servicio pensado para los que más tienen y no hablo de basura, sino de dinero, porque ni crean que ve uno a los ejecutivos o los actores, que algunos hay en esta colonia, sacando la basura, no. Cargan las bolsas y los botes los trabajadores del hogar, aquellos que tienen la oportunidad de estar pendientes del tin-tan de la campana.
Buscando la solución a mi problema encontré que lo único que podía hacer era traer mi computadora a la mesa del comedor desde donde ahora escribo, es aquí, el mejor lugar para escuchar la mentada campanita, siempre y cuando mantenga bajo el volumen de la música. Y así, llevo una semana escribiendo desde acá sin escuchar nunca el repiquetear del badajo. Pensé entonces sentarme en la esquina entre las once y las dos de la tarde. Sacar una sillita de plástico, llevarme una sombrilla, mis audifonos y un libro, para de una vez por todas deshacerme de las bolsas negras. Estaba decidido a emprender la misión cuando me topé con una nota en el periódico explicando por qué los camiones recolectores habían interrumpido el servicio; el camino al tiradero está inundado y los camiones no pueden vaciar su contenido. No logro distinguir la emoción que sentí en aquel momento, alegría, frustración o esperanza. Se desconoce todavía cuando recorrerán nuevamente las calles de la colonia y por lo tanto desconozco el día en que regresaré a escribir desde mi cueva, mi silenciosa y oscura cueva.
Vivo en el deee efeeee, hijooo, y tengo la suerte de tener una hermana mayor que es medio ducha para aquello de las negociaciones cuando le da la gana y se pone abusada, ¿no? Así que antes de su matrimonio con el jotolingo gachupín de mi cuñado, vivía aquí, en el mismo departamento desde donde les escribo casi siempre, y que ella encontró por algún anuncio, clasificado, no lo sé, no participé en la búsqueda. El caso es que encontró un lugarcín bastante amplio, cuatro cuartos, muy agusto. Han pasado por este lugar singulares personalidades, como mi hermana menor y músicos que la acompañan, Caro, mejor conocida como "La Chilena" en honor a su nacionalidad, Regina, etc. Hoy vivimos aquí, mi primo David y músicos que lo acompañan y yo. Es un depita con una distribución peculiar, si les interesan los detalles comuníquense con mi hermanita la arquitecta, que ella les explicará con mucho más claridad, la encuentran en su blog: http://www.enconsonancia.blogspot.com/, díganle que van de mi parte. La cosa es que es un edificio viejito y sus depas están hechos de forma que los techos son bastante altos, tan altos en los cuartos que al dueño se le ocurrió la brillante idea de hacer un tapanco en cada uno, de manera que ahora, son prácticamente cuatro cuartos y no dos como en sus orígenes. Así, mi primo tiene dos y yo otras dos habitaciones. Yo uso mi cuarto de arriba como mis habitaciones para pernoctar y algunos otros particulares, la habitación de abajo, que es prácticamente un sótano, es mi humilde estudio de audio, oficina, biblioteca y bodega. Cuando mi primo tenga blog, le digo que les cuente como es su distribución, ¿va? En mi sótano paso la mayor parte del tiempo y cómo se imaginarán fue seleccionado pensando sobre todo, en su característica silenciosa. Si bien carece de luz, porque no tiene ventanas, carece también de ruido. Y es ahí donde comienzan los problemas y la razón por la que les cuento todo esto. A la hora de trabajar no hay ningún problema, puedo mantener la música que escucho mientras escribo al volumen que me apetezca. La cosa es que acá, en "La Ciudad de la Esperanza" el servicio de recolección de basura, es literalmente, una basura. Estoy pensando seriamente en un arranque de hacerle honor a mi segundo apellido, Martins, escribirle una carta al carnal Marcelo para que en el nombre de dios, así como nuestro compatriota del atentado al metro, haga algo por mejorar el servicio. El camión recolector pasa, como diría mi hermana la Fer, a las once, doce, una, una y media o como diría mi apá, a la hora que puede, quiere y le da la gana. Y pensarán ustedes lectores hermosillenses: ¡Ádio! Pos que pase a la hora que tenga que pasar, ¿que no?. Pos no, porque en mi natal Hermosillo el camión pasa y los amables trabajadores bajan del camión y cargan nuestros botes hasta el camión donde lo vacían y después en un acto heroico y de absoluta generosidad regresan el bote a donde estaba o en el peor de los casos mas o menos cerquita. Acá, en chilangolandia uno tiene que estar atento al sonar de la campana para salir echo la chingada a corretear el camión, hacer una fila como la de las tortillas, oler la basura de los vecinos y después recibir el regaño del trabajador que dice si es mucha o muy apestosa, él mismo la separa mientras los demás esperan y observan, siente uno que están sacando sus calzones pa que los vecinos los conozcan. Eso pasa si tienes la fortuna de escuchar la campanita, pero si tienes un estudio al que no le entra el ruido, puedes irte olvidando de sacar la basura todos los días y de mantener el hogar oliendo a la comida de la semana pasada. Es sin duda un servicio pensado para los que más tienen y no hablo de basura, sino de dinero, porque ni crean que ve uno a los ejecutivos o los actores, que algunos hay en esta colonia, sacando la basura, no. Cargan las bolsas y los botes los trabajadores del hogar, aquellos que tienen la oportunidad de estar pendientes del tin-tan de la campana.
Buscando la solución a mi problema encontré que lo único que podía hacer era traer mi computadora a la mesa del comedor desde donde ahora escribo, es aquí, el mejor lugar para escuchar la mentada campanita, siempre y cuando mantenga bajo el volumen de la música. Y así, llevo una semana escribiendo desde acá sin escuchar nunca el repiquetear del badajo. Pensé entonces sentarme en la esquina entre las once y las dos de la tarde. Sacar una sillita de plástico, llevarme una sombrilla, mis audifonos y un libro, para de una vez por todas deshacerme de las bolsas negras. Estaba decidido a emprender la misión cuando me topé con una nota en el periódico explicando por qué los camiones recolectores habían interrumpido el servicio; el camino al tiradero está inundado y los camiones no pueden vaciar su contenido. No logro distinguir la emoción que sentí en aquel momento, alegría, frustración o esperanza. Se desconoce todavía cuando recorrerán nuevamente las calles de la colonia y por lo tanto desconozco el día en que regresaré a escribir desde mi cueva, mi silenciosa y oscura cueva.
4 comentarios:
ME ZA NI NE !!!
deberias dedicarle un post al viacrucis que es estacionarte en tu remodelado depita
Por eso puse pa que consultaran contigo esos terminos que desconozco. Pueder ser, próximamente el estacionamiento...
He estado en esa fila y asi es, se siente uno como niño chiquito esperando que el sr.de la basura te regañe.Que bonito depa!
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